Foto: Julian Marsilli
Mas ¿quieres seguir la senda de tu aflicción, el camino que te conduce hacia ti mismo? ¡Muéstrame tu derecho y tus fuerzas para hacerlo!
¿Eres tú una nueva fuerza y un nuevo derecho?, ¿un primer movimiento?, ¿una rueda que gira por sí misma? ¿Puedes obligar a las estrellas a que giren a tu alrededor?
¡Ay, existe tanta ansia de elevarse! ¡Existen tantas convulsiones de codicia! ¡Muéstrame que no eres un ambicioso ni un codicioso!
¡Ay, existen tantos grandes pensamientos que hacen el oficio de fuelles: inflan y se quedan más vacíos!
¿Te llamas libre? Quiero que me digas tu pensamiento dominante, y no simplemente que has escapado de un determinado yugo.
¿Eres alguien con derecho a escapar de algún yugo? Pues no faltan quienes perdieron su último valor al escapar de su servidumbre.
¿Libre de qué? ¡Qué importa eso a Zarathustra! Tus ojos deben decirme claramente: libre, ¿para qué?
¿Puedes fijar para ti mismo tu bien y tu mal, y suspender sobre ti tu voluntad propia, como una ley? ¿Puedes ser juez de ti mismo y vengador de tu ley?
Terrible cosa es estar a solas con el juez y con el vengador de la propia ley. Así es arrojada una estrella al solitario espacio sideral y al soplo helado de la soledad.
Hoy te atormenta aún la muchedumbre, a ti, que eres uno solo, hoy conservas aún tu valor y tus esperanzas.
Mas alguna vez la soledad te fatigará, alguna vez fallará tu orgullo, y tu valor rechinará los dientes. Ese día gritarás: «¡Estoy solo!»
Un día dejarás de ver tu altura, y contemplarás demasiado cerca tu bajeza: tu misma elevación te hará temblar como un espectro, y gritará: «¡Todo es falso!»
Sentimientos hay que quieren matar al solitario: cuando no lo consiguen, ellos mismos tienen que morir. Mas ¿eres tú capaz de ser asesino?
¿Conoces ya, hermano mío, el sentido de la palabra desprecio? ¿Sabes lo que tiene que sufrir tu justicia, al ser justo con los que te desprecian?
Tú fuerzas a muchos a cambiar de opinión acerca de ti, y ellos te lo hacen pagar caro. Pasaste cerca de ellos y no te detuviste: jamás te lo perdonarán.
Tú caminas por encima de ellos; pero cuanto más alto subes, tanto más pequeño te ven los ojos de la envidia. El más odiado de todos es el que vuela.
«¿Cómo vais a hacerme justicia? -tienes que decir-.Elijo para mí vuestra injusticia, como la parte que me cupo en suerte.»
Contra el solitario arrojan basuras e injusticia. Mas tú, hermano mío, ¡si quieres ser estrella no tienes que iluminarles menos por eso!
Y ¡guárdate de los buenos y los justos! Con gusto crucificarían a quien se crea sus propias virtudes.- Odian al solitario.
¡Guárdate igualmente de la santa simplicidad! Para ella, no es santo lo que no es simple; también le gusta jugar con fuego – con el fuego de las hogueras para quemar hombres.
¡Líbrate también de tus mismos impulsos de amor! Con excesiva rapidez tiende la mano el solitario a aquel con quien se encuentra. Y existen muchos hombres a quienes no deberías dar la mano, sino la pata; y bueno sería que tu pata tuviera garras.
Pero el peor de los enemigos con quien puedes topar eres tú mismo: a ti mismo te acechas tú, en las cavernas y en los bosques.
¡Oh, solitario, tú recorres el camino que conduce hacia ti mismo! Y ese camino pasa junto a ti mismo y a tus siete demonios.
Para ti mismo llegarás a ser un hereje, y una bruja, y un hechicero, y un loco, y un incrédulo, y un impío, y un malvado.
Tienes que querer consumirte en tus propias llamas. Sin antes haberte reducido a cenizas, ¿cómo renovarías tu ser?
¡Solitario, tú sigues el camino del creador! ¡Con tus siete demonios quieres crearte un dios!
¡Solitario, tú sigues el camino del amante! Te amas a ti mismo, y por ello te desprecias, como sólo los amantes saben despreciar.
El enamorado quiere crear, porque desprecia. ¡Qué sabe del amor quien no tuvo que despreciar precisamente lo que amaba!
¡Vuelve a tu soledad con tu amor y tu creación, hermano mío, que luego te seguirá, renqueando, la justicia!
¡Vuélvete a tu soledad, hermano mío, y llévate tus lágrimas! Yo amo a quien quiere crear algo superior a él, y por ello perece.
-.Así habló Zarathustra.-