El paso del tiempo y todos los sucesos que nos ocurren forman parte del molde de nuestra personalidad. Aquel niño dulce que arrancaba flores cuando volvía del colegio para dársela a su madre, hoy puede resultar ser como el más duro y frío mármol.
Estos cambios de actitudes son inherentes a la serie de sucesos que fueron dejando sus marcas en la persona. Esta desarrolla dispositivos de defensa para evitar futuros daños ya sufridos, a veces lo logra con éxito y otras (contradiciendo al famoso refrán), tropieza nuevamente con las mismas piedras.
Cuando fallamos en obtener los objetivos que nos proponemos, cuando no son eficaces nuestras jugadas y principalmente cuando topamos contra muros de acontecimientos que nos aprisionan, debemos hacer un parate para reconsiderar fortalezas y debilidades, y así replantear medios y fines.
Este “stop” debe ser llevado a cabo en calma, con la mente tranquila, más allá de que afuera vuele todo por los aires. Esencialmente, tratando de ser lo mas objetivos posible.
Si los planteos están bien realizados y logramos socavar en lo profundo de nuestros seres, solemos encontrar debilidades que desconocíamos y, en contrapartida, fortalezas las cuales ignorabamos.
A este proceso, que llega hasta este ultimo resultado, suele llamárselo “reencontrarse con uno mismo”.
Muchos, para reencontrarse deciden viajar. Los viajes pueden servir aveces, ya que viendo las cosas desde lejos, en un modo un tanto mas ausente se puede lograr mayor objetividad. Pero bien se ha de saber que nadie encontrara en sitio alguno algo que no haya llevado consigo.
Es así que “todo viajero es siempre la mitad de si mismo” según Dolina. No hay lugar en los colectivos y aviones para llevar las cosas que nos complementan. Esquinas, gestos, personas, vientos, tapiales, aromas, saludos, colores y miradas no caben en las valijas.
Probablemente el camino del reencuentro sea efectivo de ser bien logrado y en situaciones de total oscuridad en que debemos gestar nosotros mismos la luz. Pero desde mi punto de vista, las mayores defensas que generamos son inconcientes y surgen como respuesta respecto de la interacción con el entorno.
Por eso, con simple calma y paciencia, los sucesos que nos aquejan serán superados por medio de estos mecanismos.
De no ser así y siendo necesario reencontrarse con uno mismo, se debe tener en cuenta que no hace falta caminar mucho. Lo escuche de un viejo sabio que dijo: "Me he rastreado por todas partes y me encontré en el patio de mi casa cuando ya era demasiado tarde".
Por eso, con simple calma y paciencia, los sucesos que nos aquejan serán superados por medio de estos mecanismos.

Julián Marsilli
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