domingo, 1 de mayo de 2011

Escritores de Alejandría.-

Las historias nunca terminan,
siempre se siguen generando
hasta que nuestras memorias se apagan.

Los escritores suelen concluir sus historias con un final feliz o penoso, los que se atreven a mas lo dejan a merced de los lectores.
En Alejandría, hacia el siglo II A.C., un grupo innovador contrarió la doctrina con una nueva forma de relatar sus historias.
Las características de estas eran fundamentalmente dos, la primera: siempre se relataban historias reales y la segunda y más interesante: las mismas no dejaban de narrarse desde que se marcaba la primera letra.
Así, un relato podía comenzar siendo una historia apasionada, que ante diferentes eventualidades, podía pasar por desengaños, nuevos enamoramientos de los cuales devenían diferentes vivencias, se sumaban personajes y paralelamente se relataban sus historias.
Para ello, los escritores educaron a sus hijos en el irrenunciable arte de relatar y estos seguían la obra de sus antecesores sumando inimaginables datos y sucesos.
Los trabajos se iban ordenando en múltiples tomos. Quien compraba la obra, debía no solo pagar el precio del material, sino también los gastos que provocaba la continuación del mismo.
Ni el mas aficionado lector podía terminar de leer su adquisición, pero la gran variedad de contenidos provocaban en el leyente una especie de extraña adicción que lo mantenía unido a la obra.
Lo mismo sucedía con quienes los escribían, ya que abandonar su tarea significaba detener un motor puesto en marcha por su prosapia, tiñendo a quien se atreviera a desertar de una profunda deshonra.
Fue así que las extensas historias fueron reconocidas y recorrieron todo Egipto y su importancia produjo que muchos de los tomos, sin incluir los que estaban siendo escritos, fueran trasladados a la gran biblioteca.
Se sabe que esta fue destruida hacia fines del siglo III D.C y junto con ella todo lo que contenía.
Esto provocó que la mayoría de los escritores que utilizaban este tipo de narración perdieran el entusiasmo y abandonaran la labor, otros aprovecharon lo sucedido y ya no teniendo a quien deshonrar, dejaron de lado las dotes adquiridas y abocaron a desarrollarse en lo que consideraban le remitiría mayor felicidad.
Las obras y sus escritores se perdieron en el tiempo, hoy forman parte de esta historia que si bien está a punto de marcar punto y aparte, modificó y generará nuevas situaciones que bien podrían seguir escribiéndose  en la misma.

 Julián

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